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domingo, 14 de agosto de 2011

El Largo Camino Para ser Ciudad

 
El progreso del puerto sería arduo y lento, pero nunca faltaron aquellos que vieron en el antiguo valle de Quintil el potencial de una gran urbe, luchando porque aquel poblado de chozas llegara a ser digno de atención, hasta de los mismos reyes de España.
A mediados del siglo XVII, comienza a repuntar el Valparaíso colonial, gracias a las gestiones del gobernador Juan Jaraquemada. Éste viene al puerto desde Perú en 1611, encontrándose con una tierra baldía, pero encantadora a sus ojos - Con sólo una iglesia pajiza, sin persona que la mirase, que me causó admiración -. Jaraquemada decide hacer algo por aquel lugar: nombra al capitán Pedro de Recalde “Alcalde de Mar” y le encarga poblar Valparaíso, repartiendo chacras y solares. Jaraquemada tenía además la intención de independizar al puerto de la ciudad de Santiago, Capital del Reino, pero los concejales capitalinos se opusieron rotundamente, alegando un posible despueble y desabastecimiento. Valparaíso pierde la oportunidad de ser una ciudad con todas las de la ley.

Valparaíso según Touchard
No hay que olvidar el aporte que significó al desarrollo de la ciudad la llegada de las órdenes religiosas, las que al asentarse hicieron de esta tierra un lugar más habitable. Pioneros fueron los agustinos, quienes en 1627 reciben un terreno en la quebrada que se nombró de San Agustín – hoy Plaza de Justicia - para la edificación de su claustro y templo. Esta sería la segunda iglesia en Valparaíso, después de aquella pajiza que conmovió a Jaraquemada y que desde 1658 pasa a ser la parroquia oficial de la ciudad.
La parroquia - Era entonces la casa del cura, el palacio y hotel de Valparaíso, único albergue de caminantes de cuenta y especialmente de eclesiásticos de toda jerarquía - cuenta el historiador Vicuña Mackenna.

La Matriz, la iglesia pajiza que vio Jaraquemada
Habiendo tantas personas en tránsito, que necesitaban pasar la noche en el puerto y volver a embarcar al día siguiente hacia Perú o España, la pequeña iglesia no daba abasto y se improvisaban chozas al aire libre. Como era frecuente encontrarse con monjes franciscanos durmiendo en la iglesia y sus alrededores, el obispo Humanzoro les cede un terreno en 1663, en la quebrada de San Antonio de Puerto Claro. Ellos ponen un hospedaje y un año después alzan su templo y convento. Pasa un siglo completo hasta que, en 1765, se instalan los hermanos de la orden de San Juan de Dios, destacando por la creación del primer hospital de la ciudad.
Durante el siglo XVII el comercio a través del puerto creció de manera lenta pero sostenida. Los productos más transados eran las telas y víveres traídos desde el Virreinato del Perú; del mismo Valparaíso se exportaba sebo, cáñamo, mulas y coquitos de palma.
Una de las razones del crecimiento del comercio en Valparaíso fue que sus colonos ya no tendrían que ir a la guerra. La permanente amenaza indígena en el Reino de Chile había llevado al Rey Felipe II en 1600 a destinar para él un ejército profesional. Otra razón fue la flexibilización de las medidas que impedían el ingreso al puerto de naves que no fueran españolas. Ante el riesgo de que el contrabando acaparara todo el negocio, la Corona permitió a algunas naves francesas hacer tratos con los colonos, a cambio de un pago de derechos. Esto llevó a Valparaíso a constituirse en plaza mercantil, tras ser durante siglo y medio una paupérrima plaza de guerra.

Se comenzaron a construir bodegas para almacenar los productos: galpones de adobe y teja repartidos a lo largo de la playa, en lo que después se llamaría calle del Comercio y luego de la Aduana. Los dueños de estas bodegas eran los grandes hacendados del interior, quienes se reunirían en el gremio de los bodegueros. Destacan Gaspar de los Reyes y Pedro Cassas, que inauguran la marina mercante en 1664, comprando un barco peruano para fines comerciales. 
Se acercaba el siglo XVIII y el 19 de septiembre de 1682 Valparaíso, que había estado bajo la jurisdicción de Quillota y con el título de “Puerto de Santiago”, pasa a ser un corregimiento independiente. Sin embargo, a pesar del incremento en las exportaciones y los avances en infraestructura, el historiador Víctor Domingo Silva es tajante al decir que a fines del siglo XVII y principios del XVIII - El contrabando fue nuestra salvación.
Para 1713, según las crónicas del ingeniero militar Amadeo Frézier, eran 150 familias las que habitaban Valparaíso. No más de 30 hispano - criollos y el resto negros, indios y mestizos.
El panorama de Valparaíso en 1760, para la historiadora María Teresa Cobos, era como sigue. El vecindario y la guarnición que cuidaba la plaza pasaban por períodos de hambre. Había desabastecimiento de víveres, ya que los terrenos no eran aptos para el cultivo y lo que llegaba desde el interior tenía precios muy elevados. Las fortificaciones de Valparaíso – San José, San Antonio y Concepción - se caían a pedazos.
Hay que tener en cuenta que la ciudad había vivido temporales y dos grandes terremotos, en 1730 y 1751, que destruyeron casas y edificios macizos, como la iglesia de la Merced y la nueva Catedral. Pero la gente del puerto encontraba razones para la diversión, prueba de ello era la jarana que se formaba en La Recova, el mercado municipal construido en 1786 en calle La Planchada. Los guardias se paseaban obligando a la gente a retirarse a sus casas y a los marinos a guardarse en sus barcos, hasta se llegó a prohibir a los pulperos la venta de alcohol. Luego cambió el lugar de encuentro al largo corredor externo del edificio de la Aduana - que data de 1795 - y nuevamente se necesitó de vigilancia para impedir las “ofensas a Dios” que tanto entretenían a los lugareños.
Comercio Colonial Lukas
El comercio colonial en la bahía. Aporte Fundación Lukas
Ambrosio O’Higgins, irlandés al servicio de la corona española en Chile, que luego sería Virrey del Perú - además de padre del prócer chileno de la Independencia Bernardo O’Higgins - fue clave en el desarrollo institucional de Valparaíso. Gracias a su gestión, desde el 19 de abril de 1789 Valparaíso tuvo su propio Municipio, lo que le permitió progresar en urbanización. Se repararon zanjones de la ciudad y plazoletas de los conventos. Para 1793, Valparaíso tuvo su propia escuela primaria pública, aunque funcionaba malamente por la falta de fondos.
También gracias a la voluntad de O’Higgins, en 1802 se presentó a España la solicitud para que los porteños vivieran en la  muy leal e ilustre ciudad de Valparaíso de Puerto Claro. Sólo que el dictamen de la Corona Española se concretó nueve años más tarde, cuando la Independencia cambiaría el destino de Chile y muy particularmente de Valparaíso.

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